Carborexia. ¿La nueva ansiedad verde?
Las personas que alteran su comportamiento para reducir sus emisiones de carbono crecen en el mundo y transformarán nuestra sociedad. En América Latina no se ha llegado al punto de la obsesión, pero sí hay ya quienes están modificando sus hábitos.
Al finalizar cada semana, la cocina de Nohora Santana tiene la apariencia de una bodega, atiborrada de envases, latas y papeles. Con la ayuda de su esposo Fernando junta religiosamente la basura de su hogar, día tras día, hasta separarla. Hasta ahí la historia no tiene tanto de raro. Pero Nohora, una empresaria de 49 años y dueña de una compañía de botes inflables, realiza una religiosa rutina diaria de separación de residuos tanto en su empresa como en su casa. Ella, además de segregar el vidrio, el papel, el cartón, los envases y los residuos orgánicos, ha dado un gran paso adelante y ha llegado a organizar y lavar las latas y bolsas para entregarle una “basura” totalmente limpia y organizada a los recicladores de la zona donde vive.
Es más, afirma con orgullo que es la persona que menos bota basura en su barrio y que ocupa gran parte de su tiempo los fines de semana buscando a los recicladores para entregarles el material personalmente. “Si no lo hago así, el carro de la basura no toma en cuenta esta organización y simplemente mezcla igualitariamente los desechos”. Reciclar no es para nada cómodo y puede ser una tarea de locos o de personas con espíritu de ‘Capitán Planeta’. La suya es una labor exigente y requiere mucha disciplina. Ella no cuenta ni con la infraestructura, el espacio o los conocimientos suficientes para hacerlo. Pero le preocupa el nivel de carbono que pueda emitir y contaminar al planeta.
Tanto así, que ha utilizado la nevera de su casa, para sorpresa y disgusto de su familia, para guardar los desechos orgánicos y organizarlos en contenedores con la intención de que resistan hasta el final de cada mes, cuando los lleva a su finca donde ha logrado recuperar la capa vegetal en un espacio árido, que ahora está lleno de árboles.
El esfuerzo de Nohora no es un hecho aislado. Responde más bien a una preocupación mundial ante la situación climática de nuestro planeta y la cada vez más evidente escasez de recursos naturales. Alrededor del mundo cada vez son más las personas que se interesan por reciclar, cada vez son más los clientes que rechazan las bolsas de plástico en los supermercados y los empleados de las compañías que apagan los computadores en lugar de dejarlos en 'standby'. También van en aumento los padres que sermonean a sus hijos por las luces encendidas innecesariamente en el hogar, las amas de casa que reutilizan el agua de la lavadora para la limpieza de los baños o los que quieren cambiar su carro por un modelo que gaste menos gasolina.
Los hábitos de los seres humanos están cambiando y Nohora es un ejemplo avanzado de esa modificación en el comportamiento que transformará a toda nuestra sociedad en los años venideros. Ya hay casos extremos, como los revelados por un estudio elaborado en Estados Unidos por Porter Novelli, que afirma que el 4% de los estadounidenses tienen problemas carborexicos, en especial en aquellas familias que duermen en una sola habitación para ahorrar en calefacción, o el de algunas madres de familia que por no encontrar alguna ruta más corta para llevar a los niños al futbol prefiera dejarlos en casa.
Ante estas señales de alarma, vale la pena preguntarse en qué momento este tipo de preocupaciones por el medio ambiente deja de ser un acto loable para convertirse en una obsesión. ¿Acaso se puede hablar de un síndrome reconocido en la salud mental como una compulsión hacia una vida verde?
El diario The New York Times, en la sección Moda & Estilo, acuñó una nueva palabra citada por el doctor Jack Hirschowitz: carborexia, para definir este tipo de comportamiento. La carborexia o anorexia energética consiste en adquirir hábitos para reducir las propias emisiones de carbono (la huella de carbono o carbon footprint). En los casos más extremos, quienes la “padecen” no usan aire acondicionado ni calefacción, desenchufan el frigorífico, no compran productos empaquetados para reducir al máximo la basura que generan, no utilizan bolsas de plástico, compran ropa de segunda mano, lo reciclan todo, renuncian a coger el metro y minimizan sus desplazamientos en carro.
La obsesión llega a tal grado en estas personas que llegan al punto de detener sus actividades normales para no generar un grado de contaminación tan alto como el de las familias comunes, y cuidan siempre disminuir su huella de carbono en el trabajo, en la escuela o en la casa. De hecho, contar a cada paso la huella de carbono que generamos y tratar de pagarla implica una manera de carborexia. El doctor Mairwen Jones, jefe de la Clínica de Desordenes de Ansiedad de la Universidad de Sidney, Australia, ha observado un elevado aumento en los pacientes que sufren de obsesión compulsiva relacionada con el cambio climático. Algunos de sus pacientes comenzaron ya a vigilar el consumo de gas y energía; otros más aterrorizados, con el gasto de combustible de los automóviles.
¿HAY RAZONES SUFIENTES PARA PREOCUPARSE?
La realidad es que de la misma manera como se ha multiplicado la cantidad de emisiones de CO2, prolifera también la preocupación de los seres humanos por el efecto del dióxido de carbono sobre el planeta. Muchos sitios web, entidades, empresas y ciudadanos comunes y corrientes se encuentran vigilantes a la emisión de CO2 y brindan consejos prácticos para reducir las emisiones, por lo que ofrecen alternativas que reduzcan o compensen esta problemática. Pero también, sin proponérselo, están generando nuevas angustias a los seres humanos, que producen ya desórdenes en su comportamiento.
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Allí, 100 segundos de permanencia en el sitio nos revelan que en ese corto lapso se producen más de 1.000 toneladas de CO2... únicamente en México. Ante la mirada atónita del internauta, el conteo frénetico no se detiene. Al pasar los 900 segundos, es decir tan sólo en 15 minutos, la cuenta de toneladas de CO2 sobrepasa las 9.000 toneladas. Si bien la página nos ofrece información acerca del dióxido de carbono y su relación con el cambio climático, la sensación al observar el contador puede ser angustiante.
Igual de preocupante es pensar que dejar las luces (incandescentes) de una habitación encendidas durante 2 horas equivale a emitir entre 60 y 100 gramos de CO2 a la atmósfera y que cada litro de gasolina que se quema, emite a la atmósfera 2,3 kg de CO2 . Eso, sin contar que conducir con los neumáticos con 0,3 por debajo de lo especificado por el fabricante aumenta el consumo de energía en un 3 por ciento.
Nohora, al igual que muchos, es consciente de que todas nuestras actividades domésticas y laborales generan desechos que se encuentran asociados al cambio climático. Esta bogotana, que adorna su oficina con un bonsai que ella misma cultivó, que selecciona y lava la basura, apaga las luces innecesarias y recoge el agua de la ducha para reutilizarla en el inodoro, es una de las primeras muestras de la nueva sociedad que el mundo está generando. O de la nueva obsesión humana por conservar el planeta y apagar las culpas a través de nuestra propia conciencia ambiental.
RECUADRO: Test: ¿Qué tan carboréxico es Ud?
Este test le ayudará a saber si está en riesgo de ser carborexico y a tomar conciencia de que muchas de sus actividades dejan una huella de carbono en el planeta y contribuyen al calentamiento global y a la disminución de los recursos naturales. Debemos estar vigilantes.
1. Qué tipo de bombillas utiliza en su vivienda
o A. Bombillas incandescentes, las más comunes, porque son más baratas.
o B. Lámparas fluorescentes de bajo consumo: tengo entendido que ahorran más energía.
o C. Mantengo las luces apagadas todo el tiempo: mejor ciego que sin planeta.
2. ¿Utiliza secadora aunque consuma 4 veces más energía que la lavadora?
o A. Sí, me gusta tener mi ropa seca rápidamente.
o B. No, prefiero secarla al sol.
o C. Evito lavar mi ropa.
3. ¿Mantiene la llave abierta mientras cepilla sus dientes?
o A. No me preocupa porque sólo tardo unos minutos.
o B. Sólo utilizo el agua necesaria para hacerlo.
o C. No. Utilizo un vaso para enjuagarme.
4. Qué hace con los residuos que produce en su hogar?
o A. Los deposito en una bolsa plástica para que el carro de la basura los recoja.
o B. Intento reutilizar todo que pueda y trato de organizar los desechos para que puedan ser reciclados.
o C. Trato de producir la menor cantidad de basura, pienso dos veces antes de comprar algo que tenga empaque o bolsas.
5. Qué transporte usa para su desplazamiento diario mayoritariamente
o A. Automóvil
o B. Buses públicos
o C. Bicicleta
6. ¿Es consciente de que su alimentación también influye en la emisión de CO2?
o A. No. la verdad creo que eso no influya, igual soy un carnívoro empedernido y adicto a los alimentos de paquete.
o B. Sé que la manera como se produce y empacan los alimentos si influye. Así que como menos carne y más frutas y verduras frescas de producción local.
o C. Claro que soy consciente. Consumo alimentos producidos en mi propia huerta casera.
RESULTADOS:
Mayoritariamente A. Le falta conciencia ambiental. Los desastres climáticos se incrementan en todo el planeta y la contaminación atmosférica no se detiene. El estilo de vida que lleva cada quien es decisivo a la hora de generar un cambio para la reducción de emisiones de CO2.
Mayoritariamente B. Tiene una visión equilibrada con respecto al medio ambiente. Es consciente de que los recursos no son ilimitados y que debe hacer esfuerzos conjuntos para generar sosteniblidad en nuestro planeta.
Mayoritariamente C. Está en la Onda verde. Aunque la carborexia puede ser la más saludable de las obsesiones, como todo comportamiento compulsivo, puede causar malestar y ansiedad.